1. EL FRUTO DEL ESPÍRITU
El fruto del Espíritu Santo es uno de los aspectos más
dejados de lado en lo que respecta a la enseñanza bíblica sobre la
santificación.
Hay varios motivos para esta situación:
1. La
preocupación por lo externo. Aunque los
estudiantes varias veces murmuran y se quejan cuando tienen que rendir pruebas
en el salón de clase, en cierto sentido sabemos que realmente las queremos
rendir. Las pruebas que miden la destreza, los logros, y el conocimiento son
hasta moneda corriente en las revistas. Las personas quieren saber en qué nivel
se encuentran. ¿He alcanzado la excelencia en una empresa determinada, o acaso estoy
sumido en la mediocridad?
Los cristianos no son distintos. Tendemos a medir nuestro
progreso en la santificación examinando nuestro desempeño con estándares externos.
¿Decimos malas palabras? ¿Tomamos alcohol? ¿Vamos al teatro a ver películas?
Estos estándares con frecuencia se utilizan para medir la espiritualidad. La
prueba verdadera -la evidencia del fruto del Espíritu- muchas veces es ignorada
o minimizada. Esta es la trampa en la que cayeron los fariseos.
Le escurrimos el bulto a la verdadera prueba porque el
fruto del Espíritu es más nebuloso. Las demandas que hace a la personalidad son
mayores que lo demandado por los estándares superficiales. Es mucho más fácil
reprimirse y no decir malas palabras que adquirir el hábito de la paciencia
piadosa.
2. La
preocupación por los dones. El mismo Espíritu
Santo que nos guía a la santidad y da su fruto en nosotros también le da los
dones espirituales a los creyentes. Parece ser que estamos mucho más
interesados en los dones del Espíritu que en su fruto, a pesar de la clara
enseñanza bíblica de que uno puede poseer los dones y ser inmaduro en el
progreso espiritual. Las cartas de Pablo a los Corintios dejan esto bien en
claro.
3. El problema
de los no creyentes justos. Resulta frustrante
medir nuestro progreso en la santidad por el fruto del Espíritu cuando algunos
no cristianos exhiben las virtudes contenidas en el fruto, y hasta lo hacen en
mayor grado.
Todos conocemos a personas que no son creyentes pero que
exhiben más mansedumbre o paciencia que muchos cristianos. Si las personas
pueden tener "el fruto del Espíritu" independientemente del Espíritu,
¿cómo es posible que podamos determinar nuestro crecimiento espiritual de esta
manera?
Hay una diferencia cualitativa
entre las virtudes del amor, el gozo, la paz, la paciencia, etc., engendradas
en nosotros por el Espíritu Santo, y las virtudes exhibidas por los no
cristianos. Los no cristianos operan en base a motivos que son en última
instancia egoístas. Pero cuando los creyentes exhiben el fruto del Espíritu, están
exhibiendo las características que en último término se dirigen hacia Dios y
hacia los demás. Ser llenos del Espíritu significa que la vida de una persona está
controlada por el Espíritu Santo; los no cristianos solamente pueden exhibir
estas virtudes espirituales en la medida de su habilidad humana.
Pablo enumera el fruto del Espíritu en su epístola a los Gálatas: "Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5:2223). Estas virtudes deben caracterizar la
vida de un cristiano. Si somos
llenos del Espíritu, exhibiremos el fruto del Espíritu. Pero, por supuesto, esto lleva su tiempo.
No se trata de una adaptación superficial
de nuestra personalidad que tiene lugar de un día para otro. Este cambio involucra dar una nueva forma a las
inclinaciones más profundas de
nuestro corazón, se trata del proceso de
santificación del Espíritu Santo que dura toda la vida.
RESUMEN
1. Tendemos a dejar de lado el estudio del fruto del
Espíritu porque:
(1) estamos preocupados por 10 externo;
(2) estamos preocupados por los dones espirituales; y:
(3) reconocemos que muchos no cristianos exhiben las
virtudes espirituales mejor que los cristianos.
2. Es más fácil medir la espiritualidad por lo externo que
por el fruto del Espíritu.
3. Podemos tener los dones espirituales y ser todavía
inmaduros.
4. Existe una diferencia cualitativa entre la presencia de
las virtudes espirituales en los no cristianos y en los cristianos.
En el caso de los no cristianos, es simplemente fruto del
esfuerzo humano. En el caso de los cristianos, es Dios el Espíritu Santo
produciendo el fruto espiritual en una medida superior a cualquier habilidad
humana.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 12:1-21, 1 Corintios 12:1-14:40, Gálatas 5:19-26,
Efesios 4: 1-6:20.
2. EL AMOR
En nuestra sociedad, por lo general hablamos del amor en
términos pasivos. Es decir, el amor es algo que nos sucede y sobre el que tenemos escaso o ningún control. Quedamos
"perdidamente" enamorados. Hablamos de esta manera principalmente
porque asociamos el amor con un sentimiento o una emoción particular.
Dicha emoción no es el resultado de apretar un botón o el
producto de un acto consciente de voluntad. No "decidimos"
enamorarnos de alguien.
La Biblia, sin embargo, habla del amor en términos más activos.
El concepto del amor funciona más como un verbo que como un sustantivo, El amor
es un deber -una acción que es nuestra obligación cumplir. Dios nos manda amar
a nuestro prójimo, amar a nuestras esposas, y hasta amar a nuestros enemigos.
Una cosa es tener sentimientos de amor o afecto hacia nuestros
enemigos; otra cosa es actuar con amor hacia ellos.
La Biblia tiene un concepto complejo del amor que lo
expresa en relativamente pocas palabras. En el Antiguo Testamento predomina el
uso de la palabra hebrea aheb, para
expresar "amor".
El Nuevo Testamento usa principalmente dos palabras
griegas para "amor" phileo y ágape.
Phileo, de donde proviene el nombre de la
ciudad Filadelfia (que significa "la ciudad del amor filial") es la
palabra griega utilizada para denotar el afecto compartido entre amigos. En
oposición, el término eros, que
no es utilizado en la Biblia, se refiere más al amor sexual o erótico. Este es
el tipo de amor que asociamos con el romance. Estos dos tipos de amor son
comunes a todos los seres humanos. Ambos tipos de amor tienen la tendencia a
ser motivados por el interés propio, la gratificación personal y la protección
de uno mismo.
El Nuevo Testamento, sin embargo, describe un tercer tipo
de amor. Ágape se usa en
contraposición a estos afectos más básicos.
Su característica más distintiva es la falta de interés
propio. Procede de un corazón que protege y se preocupa por los demás.
Sus características están enumeradas por Pablo en el
capítulo 13 de 1 Corintios. El amor ágape
es paciente y bueno. No se
vanagloria ni tiene envidia. No es orgulloso, ni rudo, ni busca su propio bien,
ni se enoja fácilmente. Es rápido en perdonar; busca el bien y la verdad. Protege, confía,
tiene esperanza, y es siempre perseverante Nunca falla.
El amor bíblico es por lo tanto mucho más que una simple emoción.
Es activo. El llamado del cristiano no es principalmente a desarrollar
sentimientos de amor por los demás. En muchas instancias estos sentimientos
escapan al control del cristiano. Sin embargo, podemos controlar cómo
respondemos y actuamos con respecto a una persona en particular. El cristiano
debe ser amante, debe reflejar
el amor desinteresado de Dios.
El amor ágape, entonces,
es el fruto principal del Espíritu. Como escribió Pablo: "Y ahora permanecen
la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el
amor" (l Corintios 13:13).
Siempre y cuando el amor ágape refleje como en un espejo las características del amor de
Dios por nosotros, podemos llamarlo un amor inmutable, un amor leal. Está caracterizada
por la fidelidad la fidelidad construida sobre la confianza. Un amor así es
incapaz de no ser constante; es el amor del compromiso permanente.
RESUMEN
1. El amor bíblico es un amor activo.
2. El amor bíblico es un deber demandado por Dios.
3. De las varias palabras griegas usadas para el amor, es
necesario distinguir tres significados importantes:
(A) Phileo =Afecto
Filial.
(B) Eros = Amor Romántico O Sexual.
(C) Ágape = Amor Divino O Espiritual.
4. El Amor Ágape Refleja
El Amor Inmutable De Dios Y Está Dirigido Hacia Los Demás.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Deuteronomio 6:4-5, Mateo 5:43-48, 1 Corintios 13:1-13,
Efesios 5:25-33, 1 Juan 4:7-21.
3. LA ESPERANZA
"Tenemos la esperanza" de que sucedan muchas
cosas en este mundo. Tenemos la esperanza de que nos den un aumento de salario.
Tenemos la esperanza de que nuestro equipo favorito salga campeón. Este tipo de
esperanza está expresando nuestros deseos personales para el futuro. Tenemos
esperanza con respecto a las cosas que son inciertas. No sabemos si nuestros
deseos se cumplirán, pero tenemos la esperanza de que sí se realizaran.
Cuando la Biblia nos habla de esperanza, sin embargo,
tiene algo diferente en mente. La esperanza bíblica es una convicción firme de
que las promesas de Dios sobre el futuro se cumplirán.
La esperanza no es una mera proyección, sino una certeza de lo que sucederá es la esperanza puesta
delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que
penetra hasta dentro del velo" (Hebreos 6:19).
La esperanza, juntamente con la fe y el amor, es una de
las virtudes cristianas que el apóstol Pablo presenta en 1 Corintios 13:13. La esperanza
es la fe dirigida hacia el futuro.
La Biblia utiliza la esperanza de dos maneras. El uso
menos frecuente apunta hacia el objeto de nuestra esperanza. Cristo es nuestra
esperanza de vida eterna. El uso más común es como una actitud de certeza con
respecto al cumplimiento de las promesas de Dios. Al cristiano se lo llama a
tener esperanza, es decir, a tener la plena certeza de la resurrección del
pueblo de Dios y de la venida del
reino de Dios. La esperanza está inextricablemente unida a la escatología.
Pablo le recuerda a los cristianos que hasta que el reino
llegue a su plenitud, los creyentes solo pueden tener la certeza de su esperanza;
"porque por fe andamos, no por vista" (2 Corintios 5:7). Esta
esperanza tiene un fundamento y una base. Aunque la vida del cristiano está
marcada más por el sufrimiento que por el triunfo (l Corintios 4:8-13; 2 Corintios 4:7-18),
el fundamento de la esperanza está en la Deidad.
EN PRIMER lugar, el creyente tiene la vista
puesta sobre la muerte y la resurrección de Cristo. Su muerte fue la hora más oscura
para sus discípulos. El Mesías prometido había muerto, su reino aparentemente
había fracasado. Con la resurrección, esta desesperación se convirtió en esperanza.
Junto con el sufrimiento, grande o pequeño, la esperanza del cristiano debe
prevalecer. Dios es fiel y siempre nos bastará.
EN SEGUNDO lugar, el creyente ha recibido al
Espíritu Santo como una primera entrega del reino. Su presencia nos asegura que
el reino se consumará plenamente. El Espíritu no es solamente un signo de la
esperanza, sino el sustentador de la esperanza. Cumple con el papel de
Consolador, revistiendo al creyente con fuerza y esperanza. Es el Espíritu
quien le da al creyente el ánimo para orar al Padre: "Venga tu
reino".
RESUMEN
1. La esperanza bíblica es un asunto relacionado con la
certeza no con el deseo.
2. La esperanza es una virtud, no una debilidad.
3. La fe es la confianza en lo que Dios ya ha realizado. La
esperanza es la confianza en las promesas de Dios para el futuro.
4. La resurrección de Cristo nos da la esperanza en medio
del sufrimiento.
5. El Espíritu Santo, el Consolador, nos da esperanza. Su
presencia es nuestra garantía de la venida del reino de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Job 13:15, Romanos 5:1-5, Romanos 8:18-25, Tito 2:11-14, 1
Juan 3:1-3.
4. LA ORACIÓN
Podemos hablar con Dios. Él nos habla verbalmente en su
Palabra y de manera no verbal a través de su providencia. Nos comunicamos con
él por medio de la oración. Charles Hodge declaró que "la oración es la
conversación del alma con Dios". En la oración y por medio de la oración
expresamos nuestra reverencia y adoración a Dios; desnudamos nuestras almas en
confesión contrita ante Él; derramamos nuestro agradecimiento de corazón; y le ofrecemos nuestras peticiones y
nuestras súplicas.
En la oración experimentamos a Dios como un ser personal y
poderoso. Él nos escucha y actúa en respuesta a nuestra oración.
La Escritura nos enseña la previa disposición soberana de
Dios y la eficacia de la
oración. Estas dos cosas no son inconsistentes entre sí, porque Dios ordena los medios
así como los fines de sus propósitos
divinos. La oración es el medio que Dios utiliza para hacer que su soberana voluntad se
cumpla.
La oración debe ser dirigida a Dios, y únicamente a Dios,
ya sea a Dios como la Trinidad o a las personas que conforman la Divinidad.
Orar a cualquier criatura es idolatría.
La oración para ser apropiada tiene varios requisitos.
EL PRIMER REQUISITO es que debemos acercarnos a Dios con sinceridad.
Las frases huecas y falsas son una burla. Dichas oraciones, en lugar de ser un
ejercicio de religión piadosa, son una ofensa delante de Dios.
EL SEGUNDO REQUISITO es que debemos acercarnos a Dios con reverencia.
Al orar debemos tener siempre presente a quién le estamos hablando. Hablar con
Dios de manera desenvuelta, casual, o petulante, como podríamos hablar con
nuestros amigos terrenales, es tratarlo con la impertinencia de lo familiar.
De la misma manera que las personas rinden homenaje a un
rey entrando en su presencia con el debido respeto y deferencia, así también debemos
presentarnos delante de Dios, reconociendo plenamente su suprema majestad.
EL TERCER REQUISITO, un corolario de los anteriores, es que debemos
acercarnos a Dios en humildad. No alcanza con recordar quién es Él, sino que
también debemos recordar quiénes y qué somos nosotros. Somos sus hijos
adoptivos.
Somos también criaturas pecaminosas. Él nos invita a
venir a su presencia sin temor, pero también sin arrogancia. Dios nos instruye
a ser diligentes y fervientes en nuestras peticiones. Al mismo tiempo, debemos
venir en sumisión voluntaria. Decir "Hágase tu voluntad" no es una
indicación de falta de fe. La fe que traemos cuando oramos debe incluir nuestra
confianza en que Dios nos puede escuchar y que Él está dispuesto a
respondernos. Sin embargo, cuando Dios se niega a cumplir nuestras peticiones,
esta fe también debe confiar en su sabiduría.
Quienes se acercan a Él con alguna petición deben dar por
sentado la sabiduría y la benevolencia de Dios, siempre y en todo lugar.
Oramos en el nombre de Jesús porque así estamos
reconociendo su oficio como Mediador. Al ser nuestro Sumo Sacerdote, Cristo es
nuestro intercesor, así como el Espíritu Santo es nuestro ayudador en la
oración.
Una herramienta muy útil para aprender a orar es el
acróstico C-A-S-A. Cada una de las letras indica un elemento vital de la oración.
C=Confesión
A=Adoración
S=Súplica
A=Agradecimiento
Si seguimos este acróstico bien sencillo estaremos
seguros de haber incluido todos los elementos apropiados a la oración.
RESUMEN
1. La oración es estar en comunión con Dios.
2. La oración debe estar dirigida únicamente a Dios.
3. La oración debe ser sincera, con reverencia y en humildad.
4. Se nos manda a ser fervientes y perseverantes en la
oración.
5. La oración con fe es una oración que confía en la
sabiduría y la bondad de Dios.
6. El acróstico C-A-S-A es una ayuda para la oración.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Salmo 5:1-3, Juan 14:13-14, Romanos 8:26-27, Filipenses
4:6-7, 1 Juan 5:14-15.
5. EL ANTINOMIANISMO
En inglés hay un pequeño poema que se constituye en el
canto temático del antinomianismo. Dice: "Libre de la ley, bendita condición;
pecar puedo todo lo que quiero, igual tengo la remisión".
El antinomianismo
significa literalmente "anti-legalismo". Niega y le otorga un
papel inferior a la importancia de la ley de Dios en la vida del creyente. Es
la contraparte de su herejía gemela, el legalismo.
Los anti-nomianos adquieren este fastidio por la ley de
diversas maneras. Algunos creen que ya no están obligados a guardar la ley
moral de Dios porque Jesús los ha librado de esta obligación.
Insisten en que la gracia no solamente nos libra de la
maldición de la ley de Dios sino que nos libra de cualquier obligación a obedecer
la ley de Dios. La gracia se convierte así en una licencia para desobedecer.
Lo sorprendente es que estas personas sostienen este punto
de vista a pesar de la enseñanza vigorosa de Pablo contra ella.
Pablo, más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento subrayó
las diferencias entre la ley y la gracia. Se glorió en el Nuevo Pacto. Sin
embargo, fue también el más explícito con respecto a su condena al antinomianismo.
En Romanos 3:31 escribe: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna
manera, sino que confirmamos la ley".
Martín Lutero, al expresar la doctrina de la
justificación solo por la fe, fue acusado de antinomianismo.
Sin embargo, afirmó Junto con Santiago que "la fe sin obras es
muerta". Lutero discutió con su estudiante Juan Agrícola sobre este punto.
Agrícola negaba que la ley tuviera algún propósito en la vida del creyente.
Hasta negó que la ley sirviera para preparar al pecador para la gracia.
Lutero le respondió a Agrícola con su obra Contra el Antinomianismo en 1539.
Agrícola luego se retractó de sus enseñanzas antinominianas, pero el debate continuó.
Subsiguientes teólogos luteranos confirmaron el punto de
vista de Lutero sobre la ley. En la Fórmula
de la Concordia (1577), la última de las afirmaciones de fe luterana
clásicas, determinaron tres usos para la ley:
(1) El revelar el pecado;
(2) El establecer reglas de decencia general para la
sociedad en su conjunto; y:
(3) El proveer una regla de vida para quienes han sido regenerados
por la fe en Cristo.
El error principal del antinomianismo es el confundir la justificación
con la santificación. Somos justificados solo por la fe, sin intervención de
las obras. Sin embargo, todos los creyentes deben crecer en la fe guardando los
santos mandamientos de Dios, no para ganar el favor de Dios, sino en gratitud
por la gracia que les ha sido dada por la obra de Cristo.
Es un error grave el suponer que el Antiguo Testamento
fue un pacto de la ley y que el Nuevo Testamento es un pacto de la gracia. El
Antiguo Testamento es un testimonio monumental de la asombrosa gracia de Dios hacia
su pueblo. Del mismo modo, el Nuevo Testamento está literalmente repleto de
mandamientos.
No somos salvados por la ley, pero debemos mostrar
nuestro amor a Cristo obedeciendo sus mandamientos. "Si me amáis, guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15) dijo Jesús.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "El
cristianismo no es un montón de reglas, hay que hacer esto, esto y aquello y no
hay que hacer esto, esto y aquello". Hay algo de verdad en esta conclusión,
ya que el cristianismo es mucho más que una mera recolección de reglas. Es una
relación personal con Cristo mismo.
Sin embargo, el cristianismo también no es nada menos que
reglas. El Nuevo Testamento incluye varias cosas que hay que hacer y otras que
no hay que hacer. El cristianismo no es una religión que sanciona la idea que
cualquiera tiene el derecho a hacer lo que le parezca bien. Por el contrario,
el cristianismo nunca le da a nadie el "derecho" a hacer lo que está
mal.
RESUMEN
1. El antinomianismo es la herejía que dice que los
cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios.
2. La ley nos revela el pecado, es un fundamento para la
decencia en la sociedad, y es una guía para la vida cristiana.
3. El antinomianismo confunde la justificación con la
santificación.
4. La ley y la gracia se encuentran tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento.
5. Aunque el obedecer la ley de Dios no es una causa
meritoria para nuestra justificación, se espera que una persona justificada busque
ardientemente obedecer los mandamientos de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:15, Romanos 3:27-31, Romanos 6:1-2, 1 Juan 2:3-6,
1 Juan 5: 1-3.
6. EL LEGALISMO
El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo.
Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo exalta
la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran los
fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La distorsión
fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede ganarse su
lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos
de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En
realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la
letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen creer
que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su interpretación más
estrecha y grosera. El relato del joven rico es una ilustración de este punto.
El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer para heredar la vida eterna.
Jesús le dijo que debía "guardar los mandamientos". El joven rico
creía que los había guardado todos. Pero entonces Jesús le reveló cuál era el "dios"
que había servido antes de servir al verdadero Dios su "dios" eran
sus riquezas. "Anda, vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo" (Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo.
Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus
"tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios.
Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios
las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También
ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al
antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del
antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo
nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía
sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo
suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele
ser el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral
que se ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán
cuidarse de no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo
menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los
asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los
asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para
la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad
cualquier virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros
vicios. Por ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no
bailar, mientras que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo
es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos instruirnos
adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección
opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones
humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde
Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le
resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos
3:19-26, Gálatas 3:10-14.
7. LA FUNCIÓN TRIPLE DE LA LEY
Todo cristiano debe debatirse con la pregunta: ¿Cómo se
aplica la ley del Antiguo Testamento a mi vida? ¿La ley del Antiguo Testamento
es irrelevante para el cristiano o en algún sentido todavía hay porciones de
ella que me obligan? La necesidad de responder a esta pregunta se vuelve más
apremiante y urgente en la medida que la herejía del antinomianismo se extiende
en nuestra cultura.
La Reforma se fundó sobre la gracia y no sobre la ley.
Sin embargo, los reformadores no repudiaron la ley de Dios. Juan Calvino, por
ejemplo, escribió lo que se conoce como "La triple función de la ley"
para mostrar la importancia de la ley en la vida del cristiano.
EL PRIMER PROPÓSITO de la leyes ser un espejo. Por un lado,
la ley de Dios refleja la perfecta justicia de Dios. La ley nos dice mucho
sobre quién es Dios. Pero, incluso más importante que esto, además la ley
ilumina la pecaminosidad humana. Agustín escribió: "La ley nos ordena que
luego de intentar hacer lo que ha sido ordenado, y sintiendo así nuestra
debilidad bajo la ley, podamos aprender a implorar la ayuda de la gracia.
La ley resalta nuestra debilidad para que busquemos la
fuerza en Cristo. La ley actúa como un profesor severo que nos conduce a
Cristo. Esta es la gracia salvífica que le hace al pecador reconocer que no
puede salvarse así mismo.
EL SEGUNDO PROPÓSITO de la leyes guardarnos del mal. La ley,
por sí misma, no puede cambiar los corazones humanos. Puede, sin embargo,
servir para proteger a los justos de los injustos. Calvino dijo que este
propósito es conveniente "para que aquellos que no aprecian para nada lo
recto y lo justo, a no ser que sean obligados, sean obligados al menos por las
acusaciones de la ley y el temor de las penas.
La ley permite que haya en cierta medida un grado de
justicia sobre esta tierra, hasta que el juicio final sea llevado a cabo.
EL TERCER PROPÓSITO de la leyes revelar lo que le agrada a
Dios. Como hijos renacidos de Dios, la ley ilumina nuestras mentes sobre lo que
le agrada a nuestro Padre, a quien buscamos servir.
El cristiano se deleita en la ley del mismo modo que Dios
se deleita en ella. Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15). Esta es
la función más elevada de la ley, servir como un instrumento para que el pueblo
de Dios lo pueda honrar y glorificar.
Al estudiar la ley de Dios y meditar en ella, estamos
asistiendo a la escuela de la
justicia. Aprendemos qué es lo que le agrada a Dios y qué es lo que le ofende. La
ley moral que Dios revela en la Escritura nos compromete. Hemos sido redimidos
de la maldición de la ley de Dios, pero no de nuestro deber de obedecerla.
Hemos sido justificados, no porque hayamos obedecido la
ley, sino para que podamos ser obedientes a la ley de Dios. Amar a Cristo es guardar sus mandamientos. Amar
a Dios es obedecer su ley.
RESUMEN
1. La iglesia de la actualidad ha sido invadida por el
antinomianismo, que debilita, rechaza y distorsiona la ley de Dios.
2. La ley de Dios es un espejo de la santidad de Dios y de
nuestra injusticia. Sirve para revelarnos nuestra necesidad de un Salvador.
3. La ley de Dios es un freno contra el pecado.
4. La ley de Dios nos revela lo que le agrada a Dios y lo
que le resulta ofensivo.
5. El cristiano debe amar la ley de Dios y obedecer la ley
moral de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Salmo 19:7-11, Salmo 119:9-16, Romanos 7:7-25, Romanos
8:3-4, 1 Corintios 7:19, Gálatas 3:24.
8. EL PERFECCIONISMO
La doctrina del perfeccionismo sostiene que la santidad, o el amor perfecto,
producido por la gracia de Dios, pueden ser alcanzada por todos los cristianos en esta vida y libera
a los creyentes del pecado voluntario. Esta doctrina surgió con las enseñanzas
de Juan Wesley y continuó con el movimiento pentecostal primitivo. El logro de
la perfección es considerado como la segunda obra de gracia que es obrada
instantáneamente en el corazón del creyente.
Una posición modificada sostiene que después de esta
segunda bendición el creyente es más y más victorioso sobre el "pecado voluntario".
Cualquier pecado que permanezca en esa persona será un pecado accidental o un
pecado cometido por ignorancia.
La dificultad que entraña este punto de vista es que
parte de dos errores primarios. Primero, reduce las demandas rigurosas de la ley
de Dios. Cualquier entendimiento real de la anchura y la profundidad de la ley
de Dios ya estaría excluyendo la doctrina perfeccionista. Segundo, tiene una visión
inflada sobre los logros espirituales propios. Para sostener esta posición
resulta necesario sobrestimar la justicia propia.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo de
toda la historia, y las Iglesias Reformadas en particular, encuentran esta doctrina
aborrecible. Incluso hasta el movimiento neo-pentecostal ya casi ha abandonado
esta doctrina. Martín Lutero enseñó que los seres humanos regenerados son al
mismo tiempo, justificados y pecadores. Los creyentes son considerados justos a
los ojos de Dios en virtud de la expiación y la justicia de Cristo imputada a ellos.
Dios considera a los creyentes justos "en
Cristo". Dejados librados a sí mismos, sin consideración de la obra de
Cristo, los creyentes siguen siendo pecadores. Si bien el proceso de
santificación implica que el creyente se está convirtiendo cada vez más en
menos pecador, este proceso no se completa hasta la muerte, cuando el creyente
es glorificado.
La perfección es sin duda la meta de la vida cristiana.
Que no la alcancemos no debe ser una excusa para pecar. Como cristianos debemos
seguir adelante a la meta de nuestro llamamiento en Cristo.
RESUMEN
1. El perfeccionismo enseña que hay una segunda obra de
gracia en la que los creyentes experimentan la santidad o el amor perfecto en
esta vida.
2. El perfeccionismo modificado enseña que los cristianos pueden
vencer al pecado voluntario.
3. El perfeccionismo se basa sobre una baja estima de la
ley de Dios y un alta estima del desempeño de los seres humanos.
4. Dios nos justifica aunque somos todavía pecadores.
5. El proceso de santificación, que dura toda la vida,
comienza en el instante mismo de la justificación.
6. Los cristianos serán hechos perfectos en glorificación
solo después de la muerte.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 5:8, 1 Corintios 15:42-57, 2 Corintios 7:1,
Filipenses 3:7-14, 1 Juan 1:5-10.
9. EL GOBIERNO CIVIL
En los Estados Unidos de América se habla y se escribe
mucho sobre la separación de la iglesia y el estado. En sus orígenes, esta idea
llamaba la atención sobre dos instituciones diferenciadas, ambas creadas por
Dios, ordenadas por Dios, que debían rendirle cuenta a Dios, o que estaban
"bajo" las órdenes de Dios. Cada institución tenía que desarrollar
tareas distintas y ninguna debía usurpar la esfera de autoridad de la otra.
La tarea de la iglesia es predicar el evangelio,
administrar los sacramentos, proteger las almas de sus miembros, etc. Estas
tareas no le corresponden al estado. La responsabilidad del estado es ordenar
la sociedad, cobrar impuestos, regir el comercio y la sociedad, mantener las fuerzas
armadas, proteger la vida y la propiedad, etc. Estas no constituyen parte de
las tareas de la iglesia.
Al estado se le da el poder de la espada; a la iglesia,
no. El apóstol Pablo nos declara: Sométase toda persona a las autoridades
superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios
han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo
establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí
mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el
bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y
tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si
haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de
Dios, vengador para castigar al que hace lo malo (Romanos 13:1-4).
Según el punto de vista de Pablo, el gobierno civil ha
sido autorizado por Dios. Cuando un gobernador civil es investido de poder, en
un sentido, se lo "ordena" como un ministro de Dios.
Su gobierno no es independiente de Dios. Los ministros de
Westminster escribieron: Dios, el supremo Señor y Rey de todo el mundo, ha
ordenado a los magistrados civiles para que, bajo su égida, estén por sobre el pueblo,
para su propia gloria, y para el bien público; a este fin, los ha armado con el
poder de la espada para la defensa y el aliento de quienes hacen el bien, y
para el castigo de quienes practican el mal. Los magistrados civiles no pueden
asumir para sí la administración de la Palabra o de los sacramentos; o el poder
de las llaves del reino o el cielo; ni siquiera interferir sobre los temas de
la fe.
En nuestros días, el concepto de separación de la iglesia
y el estado ha sido ampliamente reinterpretado (y mal interpretado) para
significar la separación del estado y Dios. Cada vez más, el gobierno busca
evitar quedar "bajo" Dios. Procura un poder y una autoridad autónoma.
Cuando la iglesia le grita "Falta", se critica a la iglesia por
entrometerse en los asuntos del estado. La iglesia, sin embargo, no está
tratando de usurpar las funciones del estado.
La iglesia, al ofrecer su crítica profética, está
llamando al estado a ser el estado como Dios lo ordenó y lo gobierna.
Hay un sentido en el cual el evangelio es sin ningún
rubor político. Declara que Jesús es el Rey de Reyes y el Señor de Señores.
Jesús ocupa el sitial de máxima autoridad. Todos los magistrados inferiores son
responsables ante Él sobre cómo han ejercido su gobierno.
El magistrado civil tiene el poder de la espada. El
estado está autorizado para usar la fuerza para asegurar la justicia y proteger
sus fronteras. Los gobiernos no gobiernan por medio de solicitudes o
sugerencias. Gobiernan por la ley, aplicada por medios legales coercitivos.
Aunque los gobiernos con el poder de la espada tienen la autoridad de ejercer
la pena de muerte y participar en guerras justas, serán responsables delante de
Dios por el uso que hagan de la espada.
La Biblia alienta a los cristianos a ser modelos de
obediencia civil siempre que sea posible. Honramos a Cristo orando por aquellos
que están en autoridad sobre nosotros y siendo sumisos y obedientes a sus
leyes. Debemos hacer todo lo posible para cumplir con nuestra obediencia civil.
Debemos obedecer a los magistrados siempre y cuando no nos ordenen hacer algo
que Dios prohíbe, o nos prohíban hacer algo que Dios ordena. En estos dos casos
no solamente podemos desobedecer a las autoridades, sino que debemos
desobedecerlas.
RESUMEN
1. La iglesia y el estado son dos instituciones
diferenciadas, ordenadas por Dios y responsables ante Él por sus respectivas tareas.
2. La autoridad civil fue ordenada por Dios y tiene el
poder de la espada.
3. Ningún gobierno es autónomo. Ningún gobierno puede ser independiente
de Dios.
4. Cuando los gobiernos buscan ser autónomos, el deber de
la iglesia es criticarlos.
5. La obediencia a la autoridad de gobierno es un deber
sagrado para todos los cristianos. La ley civil debe ser cumplida escrupulosamente
siempre que no sea contraria a la Palabra de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
2 Crónicas 26:16-20, Salmo 2:10-12, Romanos 13:1-7, l
Timoteo 2:1-4, 1 Pedro 2:13-17.
10. EL MATRIMONIO
La institución del matrimonio fue ordenada e instituida
por Dios en la creación. Cristo la santificó con su presencia en las bodas de Canaán
y por medio de las instrucciones dadas por los apóstoles en el Nuevo
Testamento. La mayoría de las ceremonias de casamiento reflejan esto y
reconocen el origen divino del matrimonio. Lo que se suele ignorar o pasar por
alto en los contratos modernos es que el matrimonio ha sido regulado por los
mandamientos de Dios. La ley de Dios circunscribe el significado y la
legitimidad del matrimonio.
El matrimonio debe ser una relación exclusiva entre un
hombre y una mujer en la que ambos se convierten en "una carne", siendo
unidos física, emocional, intelectual y espiritualmente. La intención es que
dure por toda la vida. La unión está asegurada por un voto sagrado y una alianza,
y consumada con la unión física. La Escritura señala solo dos motivos por el
cual esta unión puede ser disuelta -la infidelidad y el abandono.
La infidelidad está prohibida en la relación matrimonial.
La institución del matrimonio fue creada por Dios para que los hombres y las
mujeres pudiesen complementarse mutuamente y participar en su obra creativa de procreación. La unión
física necesaria para la procreación tiene también un significado espiritual.
Está señalando e ilustrando la unión espiritual entre el
esposo y su esposa. Pablo utiliza esta unión para simbolizar la unión entre Cristo
y su iglesia de la misma manera que el Antiguo Testamento describía a la
relación de la alianza entre Dios e Israel con la figura del matrimonio. La
fidelidad, el cariño y el apoyo mutuo, deben estar en el fundamento del
matrimonio. Los actos de infidelidad quiebran este pacto y, en consecuencia, le
permiten a la parte lastimada la posibilidad de pedir el divorcio.
Además, Pablo en 1 Corintios 7:12-16 nos dice que si
alguien de la pareja es abandonado o abandonada, él o ella no tienen la obligación
de mantener la alianza matrimonial. El abandono, como la infidelidad, es una
violación fundamental de la intención de Dios para el matrimonio.
El matrimonio es una ordenanza de la creación. No es
necesario ser un cristiano para recibir la gracia común de esta institución.
Mientras que todos los hombres y las mujeres pueden casarse, el cristiano debe
casarse solamente "en el Señor". La Escritura es clara a este
respecto y prohíbe que los cristianos se casen con los no cristianos.
En la institución del matrimonio, el marido debe ser
"la cabeza" de la mujer. La mujer debe sujetarse a su marido como se
sujeta al Señor. El marido debe amar a su mujer y entregarse a ella con
sacrificio de la misma manera que Cristo amó a su esposa, la iglesia, y entregó
su vida por ella.
RESUMEN
1. El matrimonio ha sido instituido por Dios y está
regulado por Dios.
2. El matrimonio debe ser monogámico.
3. La unión física permitida y ordenada en el matrimonio refleja la
unión espiritual entre el esposo y su esposa.
4. El estado matrimonial es utilizado en sentido figurado
en la Escritura para ilustrar la relación entre Cristo y su iglesia.
5. El matrimonio, siendo una ordenanza de la creación, es
posible para todos los seres humanos. La iglesia reconoce los matrimonios
civiles. Los cristianos, sin embargo, deben casarse "en el Señor".
6. Dios ha ordenado la estructura de la unión matrimonial.
Cada miembro de la pareja tiene mandatos específicos de Dios que debe obedecer.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 2:24, Mateo 19:1-9, 1 Corintios 7, Efesios 5:21-33, 1 Tesalonicenses 4:3-8, Hebreos
13:4.
11. EL DIVORCIO
La cuestión del divorcio se ha convertido en un tema
urgente en una sociedad donde la incidencia de los divorcios ha alcanzado proporciones
epidémicas. Debido a la proliferación radical de los divorcios y a los
problemas legales y familiares que provoca, la ley se ha movido en la dirección
de facilitar el proceso permitiendo el divorcio sin ninguna causal. Al
convertirse el divorcio cada vez más fácil de obtener, el problema de su
aceleración se exacerba.
La Biblia no es tan superficial al tratar el divorcio. La
enseñanza de Jesús sobre el tema está planteada en el contexto de un debate del
primer siglo entre las escuelas rabínicas. Los liberales y los conservadores
mantenían un largo desacuerdo sobre las bases legítimas para el divorcio. Jesús
fue confrontado con el siguiente planteo:
Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo,
le dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los
hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos
serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto,
lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mateo 19:3-6).
Observamos que cuando los fariseos le preguntaron a Jesús
sobre la ley de divorcio liberal, Jesús inmediatamente los remitió a la
Escritura y a la institución originaria de Dios para el matrimonio.
Subrayó que el matrimonio está intencionado para durar toda
la vida. Resaltó la unión entre el hombre y la mujer en una sola carne, unión
que no puede ser disuelta por decretos humanos.
Solo Dios está autorizado para determinar los fundamentos
para disolver el matrimonio. El debate continuó: Le dijeron: ¿Por qué, pues,
mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de
vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al
principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia su mujer, salvo por
causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada, adultera (Mateo 19:7-9).
Si analizamos en detalle la respuesta de Jesús, vemos que
cuestionó la manera que los fariseos tenían de entender la ley del Antiguo
Testamento. Moisés no había "ordenado" el divorcio sino que lo había permitido para casos especiales.
(Moisés, por supuesto, era el vocero de Dios. Fue Dios quien permitió este
desvío de su intención original por la presencia del pecado que violaba el matrimonio.)
Jesús les recordó que hasta este permiso había sido dado solo por causa del
pecado (la dureza de su corazón) y que por sí no anulaba la intención original del
matrimonio.
Jesús luego dio su pronunciamiento sobre el tema
–prohibiendo el divorcio excepto por causa de inmoralidad sexual. Sus palabras
enigmáticas sobre un segundo matrimonio y el adulterio deben ser entendidas en
relación con los divorcios inválidos e ilegítimos. Si se permite el divorcio en
los casos que Dios no lo permite, entonces la pareja sigue casada a los ojos de
Dios. Por lo tanto, un segundo matrimonio entre dos personas ilegítimamente divorciadas
constituiría una relación de adulterio.
Más adelante, como lo expresamos en el capítulo anterior,
Pablo extendió el permiso del divorcio para el caso del creyente que había sido
abandonado por el no cristiano (l Corintios 7: 1015).
La Confesión de Westminster resume este tema. Expresa lo
siguiente: En el caso del adulterio después del matrimonio, es legítimo que la
parte inocente solicite el divorcio; y que después del divorcio pueda contraer
nuevo matrimonio, como si la parte ofensora se hubiese muerto. Aunque la corrupción
del hombre puede ser tal que proponga otros argumentos indebidos para romper
los lazos que Dios ha unido en el matrimonio; sin embargo, nada excepto el
adulterio, o el abandono voluntario que de ningún modo pueden ser remediados
por la iglesia, o el magistrado civil, es motivo suficiente para disolver los
lazos del matrimonio; por lo cual, deberá cumplirse con un procedimiento
público y ordenado; y las personas involucradas no deberán ser
dejadas libres a su voluntad, y su discreción, para su propio caso.
RESUMEN
1. La Biblia no suscribe el divorcio "sin ninguna
causal".
2. Jesús repudió la posición liberal sostenida por los
fariseos con respecto al divorcio.
3. Moisés permitió, pero no ordenó, el divorcio.
4. Jesús permitió el divorcio narra los casos de
inmoralidad sexual.
5. Jesús enseñó que el matrimonio entre dos personas
ilegítimamente divorciadas constituye adulterio.
6. Pablo agregó la deserción por parte del no creyente como
otra causal para el divorcio.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 5:31-32, Mateo 19:3-9, Romanos 7:1-3, 1 Corintios
7:10-16.